jueves, 19 de febrero de 2009

Máscaras, carnavales e identidades ¿ficticias?

La cabeza es en todas las culturas la parte más noble del cuerpo. Habitualmente simboliza el espíritu (el resto del cuerpo es la materia) y en su forma esférica la asimilamos al universo y a la forma perfecta. Por ello siempre ha sido tratada de una forma especial y un gran número de cultos se centran en ella así como los arreglos estéticos o religiosos.

Si deseamos cambiar una identidad lo primero que haremos será ocultar o trasformar la cabeza: rostro, forma, cabellos…Así lo hacen en el teatro los profesionales (máscaras griegas), las danzas sagradas de los iniciados, o el pueblo en el carnaval.
Cambiado el rostro y añadido el tocado ya no somos nosotros o al menos entramos en esa ficción y los demás en la confusión o el engaño.

Con frecuencia la máscara es la del Sol (Dios en su forma más próxima) o la del diablo que nos permite dar salida a los malos instintos y las bajas pasiones. Son favoritos también los animales y sus distintos valores simbólicos, los héroes y los villanos con caracteres físicos exagerados y prominente como una forma de des-idealizarlos a veces y de llevar el miedo reverencial a los otros en otras ocasiones...

Máscara es liberación y hasta catarsis pública. Algo mágico ocurre al ponerse una máscara y ese misterio les ha dado esa leyenda de misteriosas e incluso peligrosas: puedes apoderarte de la personalidad de la máscara elegida pero ella también podría tomarte a ti.

Hay una lucha entre el rostro del interior y el del exterior.

La máscara que da vida a un personaje en el teatro griego se define por la palabra “prosopon” que en castellano origina el término “persona”.
¿Qué soy sin mi máscara? ¿y qué soy con ella?

(Foto: adolescente confeccionando su máscara)

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