La Pascua musulmana, tiene lugar al término del peregrinaje anual a La Meca. El día décimo del mes lunar del Dualhuya, los padres o varones representativos degüellan un cordero o un animal macho que se prepara y come en familia en una celebración de varios días.
Un cordero en España puede costar entre 200 y 300 euros y encontrar un lugar legal para el sacrificio es sumamente difícil por lo que los musulmanes se arriesgan a que se les confisque el cordero tras el ingente esfuerzo económico. En Francia se han habilitado mataderos especiales pero no todos los países con cantidades importantes de musulmanes han encontrado una solución sanitaria al hecho. Este rito es practicado por más de 1.200 millones de personas en todo el mundo y el islam es la tercera gran religión monoteísta en surgir tras el judaísmo y el cristianismo y comparte con ellas su génesis.
La Fiesta del Sacrificio o Aid El Adha, en un recuerdo del cordero que Abraham ((Ibrahim en árabe) sacrificó a Dios en lugar de su propio hijo. Abraham tuvo dos hijos: Ismael, de su esclava Agar, el primogénito, considerado el padre de los ismaelitas, (beduinos nómadas) e Isaac, de su esposa Sara, estéril hasta avanzada edad. Los cristianos, los judíos y los musulmanes lo consideran el padre de los creyentes.
Aparentemente inocente, la cuestión de los hermanos abre una gran brecha con la religión judía al ser fundamental en sus orígenes. Los judíos dicen ser descendientes de Isaac y los árabes descendientes de Ismael. Habiendo sido Ismael el hijo de una esclava egipcia (Génesis 16:1-6), Sara habló con Abraham, solicitándole que enviara a Agar y su hijo Ismael lejos (Génesis 21:11-21). El Corán plantea el conflicto en cuanto a quién es el verdadero hijo de la promesa de Abraham. Las Escrituras hebreas dicen que fue Isaac. El Corán dice que fue Ismael y enseña que fue Ismael a quien Abraham casi sacrificó al Señor y no Isaac (en contradicción a Génesis capítulo 22).
En la situación ideal, una celebración en La Meca, los corderos son sacrificados al concluir el rezo de la mañana las familias pueden recurrir a matarifes que se ofrecen en la calle. La matanza se hace siguiendo el rito Allah con un cuchillo santo y según la tradición. El cordero cuelga con la cabeza mirando a la Meca para que se desangre lentamente y se rezar unos versículos del Corán. La fiesta dura dos días enteros y es habitual también que se ofrezca a los niños ropa nueva.
Además de la tradicional comida, los peregrinos varones se cortan el pelo, representando metaforicamente que comienzan una nueva vida en la que en adelante se les llamará hach (peregrino). Y luego, el peregrino que se ha deshecho de su cabellera, se deshace también de su ropa sucia, se lava y se pone una túnica nueva, entre las felicitaciones de amigos y vecinos.
En esencia la petición del sacrificio del hijo implicaba la prueba de la total sumisión a Dios, cosa que comparten las tres religiones. Finalmente Dios detiene la mano del padre y cambia la prueba piadosamente por un cordero, lo cual genera el agradecimiento y abre un canto a la bondad de Dios.
Apoyando una de las virtudes de la religión islámica, que es la obligación de dar limosna, una parte de la carne no consumida durante el Aid se dona a los pobres. También se aprovecha para regalar a los niños dulces, dinero o pequeños juguetes.
En el trabajo social de integración y dada la proximidad con las fiestas del cordero y Navidad podemos aprovechar el sentimiento de gratitud que da origen al culto, la alegría, el deseo de compartir y de ser generosos, que no deberían estar muy lejos del espíritu de ambas celebraciones. Este trabajo es especialmente interesante en niños y jóvenes pues prepara un futuro de entendimiento y respeto.
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